La Biodiversidad es la herramienta básica e indispensable para el buen manejo de un agroecosistema, siendo su fomento un objetivo a perseguir e implantar en el huerto. Para poder contar con sus beneficios se deben conocer las sinergias derivadas de las relaciones entre plantas, insectos y otros artrópodos, así como de hongos, suelo y otros componentes que puedan ser utilizados como fuente de biodiversidad.


Si se es capaz de identificar y fomentar la biodiversidad más adecuada al huerto, se podrán diseñar las estrategias que permitan contar con sus beneficios. Para ello, se deberá procurar un gran número de especies, incidiendo en aquellas para las que se conozca alguna relación positiva de interés. A de tenerse presente que, cuanto mayor número de especies y relaciones se produzcan, habrá más competencia y más difícil será que prosperen plagas o enfermedades que consigan desequilibrar el agroecosistema.

Contar en el huerto con asociaciones de cultivos y plantas aromáticas como romero, tomillo, menta, salvia, así como una amplia variedad de otras plantas herbáceas y arbustivas, es una estrategia más que recomendable para fomentar esta biodiversidad. El uso de aromáticas está especialmente indicado en el huerto, no sólo por el poder de repulsión o confusión que ejercen sobre ciertos insectos plagas como la mosca blanca o el pulgón, entre otros homópteros, o por servir como fuente de néctar y polen para las abejas y otros insectos netamente polinizadores. También sirven de sustento a determinados depredadores que, como ciertas avispas, a veces precisan alimentarse de polen.

Estas plantas “funcionales”, pueden ser distribuidas en pequeños setos en el perímetro de los huertos e incluso en la propia linde o en el interior de las distintas parcelas en las que estos se dividen, ejerciendo una relación especial con los insectos beneficiosos. Es el caso del tabaco (Nicotiana tabacum) para el control de la mosca blanca, o la lobularia (Alyssum maritimun) para el control del pulgón.

Igualmente interesante es contar con un rocódromo, consistente en un pequeño espacio de piedras a modo de refugio a un lado del huerto, de manera que aquellos auxiliares del suelo, como los escarabajos depredadores, encuentren ese espacio inalterado necesario para su ciclo vital. La práctica de poner pequeños “palitos” entre el cultivo a modo de oteaderos, es muy útil para aquellos auxiliares como moscas depredadoras y libélulas que cazan al acecho en nuestro huerto desde una posición elevada.

Ácaro autóctono de la familia Erythraeidae Letrus sp.parasitando a pulgón (foto cortesía de Antonio Bravo)