En los últimos años es cada vez más habitual oír hablar de los bosques de alimentos, bosques comestibles e, incluso, jardines comestibles. Se trata de una técnica propia de la permacultura, que va ocupando pequeños espacios de nuestros pueblos y ciudades. Dada su gran capacidad de captar el CO2 atmosférico y fijarlo como carbono orgánico, contribuye eficientemente en la lucha contra el cambio climático. Por ello, creemos oportuno traerlo a este número al objeto de contribuir a su difusión y tratar de motivar la creación de nuevos proyectos.

¿Qué es?

Un bosque de alimentos es un vergel que trata de imitar la estructura y funcionamiento del bosque natural, utilizando plantas que directa o indirectamente benefician a las personas. Se trata de un sistema de producción compuesto por especies de plantas perennes, principalmente comestibles, aunque también con otros usos como medicinal, cosmético, textil, maderable, tintorero, forrajero o para leña. También pueden tener otros usos importantes favorecedores del desarrollo y estabilidad del propio bosque, como la generación de materia orgánica sustentadora de la fertilidad o el establecimiento de nichos para la fauna auxiliar.

El bosque de alimentos ofrece grandes beneficios

Se trata de un espacio complejo de alta biodiversidad en el que las especies vegetales están plantadas buscando maximizar las interacciones positivas y minimizar las negativas, fomentándose la resiliencia y la productividad del conjunto. Es un sistema multifuncional y autónomo, de bajo coste y mantenimiento una vez establecido. En este espacio, la fertilidad del suelo se mantiene por las propias plantas, a través de la poda, las hojas otoñales y el reciclaje de la cosecha, que cubrirán como acolchado o mantillo la superficie del suelo donde se descompondrán lentamente. Gracias a la competencia generada por la amplia diversidad de especies, se evita que algunos seres se vuelvan incómodos ocupando de una forma más equilibrada el nicho natural que les corresponde.

¿Cuál es su estructura?

Al poner atención en un bosque natural puede observarse que este cuenta con distintos estratos de vegetación, situados a varias alturas, los cuales se tratan de emular en la composición del bosque de alimentos. Por tanto, este se planteará como un policultivo compuesto del mayor número posible de las siguientes capas de vegetación:

  1. Árboles grandes de más de 10 metros, que darán cobertura a las capas inferiores del bosque. Cuando se diseñen pequeños proyectos, muy limitados por el espacio, esta capa puede no plantearse.
  2. Árboles pequeños y arbustos de hasta 10 metros.
  3. Matorrales de hasta 2 metros.
  4. Plantas herbáceas erguidas.
  5. Plantas herbáceas rastreras y de coberturas que crecerán y se apoyarán sobre el acolchado superficial generado por el propio bosque.
  6. Plantas herbáceas con raíces u órganos subterráneos de reserva, para aprovechar el subsuelo como espacio de producción.
  7. Trepadoras, que crecerán sobre árboles y estructuras como vallados o celosías.
  8. Acuáticas y de orilla, que podrán incluirse siempre que exista alguna lámina o corriente de agua.
  9. Hongos, compuestos por sus micelios y setas, que aparecerán de forma natural al evolucionar el bosque, siendo un signo positivo de su madurez.
Las distintas capas de vegetación en un bosque de alimentos

Es importante incluir algunos árboles y arbustos de especies leguminosas, consideradas sustentadoras de la fertilidad, que contribuirán de forma significativa a la generación de materia orgánica y al enriquecimiento del suelo, gracias a su capacidad de fijación del nitrógeno atmosférico mediante la simbiosis radicular realizada con bacterias del género Rhizobium.
Un bosque de alimentos puede crecer asociado a una huerta de plantas anuales, por lo que son complementarios. Incluso, por qué no, pueden establecerse pequeños cultivos hortícolas dentro de claros del bosque, donde puedan obtener la mayor iluminación que requieren.

¿Cómo diseñarlo y crearlo?

Aunque requiere de un importante trabajo inicial de información, diseño y creación, especialmente en proyectos con cierta envergadura, a medio o largo plazo un bosque de alimentos solo precisará de una mínima dedicación para el mantenimiento y la cosecha, algo que es común en la permacultura.
Al ser un proyecto de largo recorrido, que va evolucionando con el paso de los años, es importante hacer un buen diseño inicial, al objeto de evitar problemas futuros cuando las plantas ya han crecido y son difíciles de reubicar. Hay que tener en cuenta la sombra que generan los distintos estratos de vegetación y evitar colocar plantas que requieren mucha luz en zonas con capas superiores que las sombreen. Además, no se debe considerar solo el sombreado producido en el momento de la plantación, sino también el que se producirá en el futuro, cuando el bosque ya haya crecido, por lo que es importante diseñar con perspectiva temporal.

Bosque de alimentos en una ladera aterrazada del Instituto de Permacultura Montsant

Andalucía es un territorio de clima mediterráneo de rangos muy variados, tendiendo a subtropical en la costa, a subcontinental hacia el norte y subdesértico en la parte más oriental. Esto debe ser considerado, junto con el tipo de suelo y la disponibilidad de agua, a la hora de la elección de las especies a utilizar.
Un bosque de alimentos no tiene por qué ser una masa homogénea de vegetación, pudiendo plantearse como un jardín. Puede contar con otros elementos, como caminos, zonas de descanso, estancia, cuarto de herramientas, mobiliario, estanque, hotel de insectos, espiral de aromáticas, e incluso un pequeño huerto, como ya se ha comentado, por lo que es necesario considerarlos en el diseño inicial, aunque no vayan a colocarse desde el principio.
Es deseable establecer una buena base de conocimiento, por lo que es de utilidad visitar algún proyecto de permacultura que ya cuente con uno y apuntarse a algún curso que se organice. Son una buena herramienta para iniciarse y centrar ideas.
El diseño de un bosque de alimentos es un proceso creativo del que disfrutar, con el pensamiento de lo que está por venir y la contribución que hacemos al crear un espacio para un mundo mejor.

Ejemplo de un pequeño bosque de alimentos

El diseño que aquí se plantea es el de un pequeño bosque de alimentos de 3 x 3 metros, para un clima mediterráneo con inviernos no muy fríos, de carácter divulgativo y para autoconsumo, tal vez en el patio trasero de un colegio o una vivienda particular, en el que se colocarán en torno a 10 especies de plantas perennes.
Como árbol principal se propone una especie sustentadora denominada guaje (Leucaena leucocephala), que es una leguminosa de flor parecida a la mimosa, con un porte de 2 a 6 m de altura, una copa no muy densa que tamiza la luz y un crecimiento rápido (podría sustituirse por alguna otra especie leguminosa de pequeño porte). Las semillas verdes obtenidas de sus legumbres pueden ser consumidas, aunque su función principal es la de abonar el suelo mediante el acolchado obtenido con los restos de su poda, que se realiza anualmente. Si se desea, este árbol puede plantarse uno o dos años antes para ir generando materia orgánica y sombra protectora de los estratos inferiores.

Una propuesta de bosque de alimentos de 9 m2

Bajo el guaje se colocan cuatro especies de frutales de pequeño porte, concretamente un kumkuat y un limekuat, que son dos cítricos que de forma natural tienen reducido tamaño, así como un granado y un ciruelo enanos, injertados sobre patrones especiales que fomentan su menor altura.
Como plantas tapizantes se colocan fresas y fresones, cuyas hojas y frutos descansarán sobre el acolchado realizado con la poda del guaje. Para fomentar que el suelo esté cubierto desde el principio con los beneficiosos restos vegetales, los primeros años se apoyará con material externo, como paja u hojas de la caída otoñal que se puedan recoger. Estos dejarán de ser necesarios con el transcurso del tiempo, a medida que el bosque madure.
También se colocan unos bulbos de ajoporro, especie silvestre muy común en Andalucía (de la que ha derivado el puerro por domesticación), que rebrota anualmente en otoño desde un bulbo parecido a un ajo grande. Estos se aprovechan clareando los brotes durante los primeros meses.

Finalmente, sobre el tronco del guaje se hace trepar una capuchina, planta ornamental de la que pueden comerse las hojas jóvenes, flores y frutos inmaduros. Sobre un vallado o celosía ubicado en la parte trasera se colocarán otras trepadoras, concretamente la zarza sin espinas y la fruta de la pasión.
Si se desea, para mejorar la composición, se puede complementar con alguna especie más de plantas herbáceas que fomenten la presencia de fauna auxiliar, como plantas aromáticas y ornamentales de flores comestibles.

El guaje es un interesante árbol para mejorar la fertilidad en climas cálidos