El suelo no es un elemento inerte, ni el soporte estéril sobre el que crecen las plantas, ya que millones de microorganismos viven en él. Y la materia orgánica es la base para mantener nuestro suelo vivo y fértil. Cuando abonamos con materia orgánica no solo aportamos los futuros nutrientes a nuestros cultivos, también estamos “alimentando” a los cientos de miles de organismos del suelo (hongos-micorrizas, bacterias, protozoos, algas, nematodos, ácaros, escarabajos, ciempiés, miriápodos, lombrices…). Más aún, es a través de las relaciones entre plantas y microorganismos como se establecen mecanismos de “retro-alimentación”, conformando un auténtico espacio/conglomerado simbiótico rezumante de vida alrededor de las raíces, conocido como rizosfera.


Para que un suelo sea fértil debe tener una buena cantidad de materia orgánica. Al cultivar, los nutrientes del suelo pasan a formar parte de las plantas, por lo que debemos reponerlos para que no se agoten. Para ello debemos fertilizar el suelo con abonos orgánicos como el compost, el humus, el abono verde, el mantillo o el estiércol.

Compost

Es la descomposición artificial y acelerada de materia orgánica (residuos de cocina, restos de cultivos, paja, estiércoles, ceniza…), gracias a la actividad de una población de macro y microorganismos en unas condiciones de temperatura, humedad y oxígeno controladas.

Este abono se puede obtener fácilmente de forma casera. Para ello, podemos colocar un recipiente o compostero en nuestro huerto donde iremos echando los restos orgánicos para que se vayan descomponiendo poco a poco hasta formar el compost, un abono natural rico en nutrientes con el que alimentar a las plantas. Al compostero debemos añadir materia seca o marrón (hojarasca, paja, viruta de madera o restos de poda de los árboles del jardín) y materia húmeda o verde (restos procedentes de la cocina, hierba fresca o restos de plantas del jardín o del huerto) en la misma proporción. Durante el proceso de formación del compost debemos removerlo para favorecer la aireación y evitar la pudrición de sus componentes.

Humus de lombriz o vermicompost

Es un tipo especial de compost que se obtiene gracias a la actividad metabólica de las lombrices, que se alimentan de restos orgánicos y los transforman en excrementos ricos en nutrientes como nitrógeno, fósforo o potasio. Podemos realizar humus de lombriz de forma casera utilizando un vermicompostero. Se trata de un recipiente cerrado que tiene unos agujeros para que las lombrices puedan respirar. A este contenedor le añadiremos un lecho de material fibroso (tiras de cartón, fibra de coco, serrín…), una capa de compost vegetal junto con las lombrices y restos orgánicos del huerto y de la cocina. Estos materiales servirán de alimento a las lombrices. Es importante situar el vermicompostero en una zona sombreada para que se mantenga fresco y se recomienda pulverizar agua cada dos o tres días para que mantenga la humedad.

Las lombrices rojas son las más recomendadas para la fabricación de humus/ Youtube

Abono verde

Consiste en sembrar plantas enriquecedoras que no se utilizan para consumo sino para aumentar la fertilidad del suelo. Las plantas que utilizamos como abono verde, fundamentalmente leguminosas y gramíneas, se deben picar y enterrar a poca profundidad, lo que aumentará rápidamente el contenido en materia orgánica del suelo.
Las leguminosas son unas plantas especialmente “enriquecedoras” porque gracias a sus raíces, el nitrógeno que está en el aire pasa a la tierra, de manera que las plantas puedan tomarlo y crecer. Son el grupo de las habas, guisantes, judías, garbanzos o lentejas.

El abono verde aporta materia orgánica y nitrógeno al suelo

Abono en superficie o mantillo

Se trata de materia orgánica colocada directamente sobre la superficie del suelo que se quiere fertilizar. Pueden usarse materiales vegetales como pasto, restos de cosecha o de poda, paja, material semidescompuesto, etc., que además de aportar nutrientes funcionan como acolchado o mantillo, manteniendo la humedad del suelo y protegiendo su estructura frente al impacto de la lluvia. La acción de microorganismos, lombrices y otros habitantes del terreno irá descomponiendo esta materia orgánica, incorporándola a las distintas capas del suelo.

Abonado en superficie

Estiércol

Está formado por una mezcla de excrementos, sólidos y líquidos, y por material utilizado para las camas de los animales, generalmente paja o serrín. Constituye otra alternativa para abonar nuestro huerto. En general, no se recomienda utilizar estiércol fresco. Antes de su aplicación al terreno, se recomienda que pase por un proceso de fermentación o compostaje que puede durar tres o cuatro meses. De esta forma evitamos malos olores, atracción de insectos o problemas en nuestras plantas provocados por el aumento de temperatura debido a la maduración del estiércol. Además, los abonos frescos pueden contener microorganismos patógenos o semillas de “malas hierbas” que afectan negativamente a nuestras plantas.

Es conveniente extender y dejar secar el estiércol antes de aplicarlo al huerto como abono