El suelo es un espacio vivo y complejo que necesita ser cuidado para mantener y fomentar su fertilidad.


El suelo es el lugar donde germinarán y crecerán las plantas año tras año. Es algo vivo; en él habitan millones de organismos, principalmente microorganismos, que trabajan continuamente, ayudando a producir el alimento de las plantas.
Los componentes de un suelo se pueden dividir en sólidos, líquidos y gaseosos. La parte sólida está formada por minerales y por materia orgánica, procedente de restos de plantas y animales en descomposición. La parte líquida está formada por una solución de agua, sales minerales, iones y sustancias orgánicas; constituye el componente que utilizan las plantas para alimentarse. La parte gaseosa es una mezcla de gases atmosféricos y los desprendidos de la respiración de la flora y fauna que habita en el suelo.
Estos componentes del suelo se distribuyen formando capas, que se diferencian por su aspecto, textura y materiales que las componen.

La capa superficial es la de mayor interés, porque es donde principalmente se desarrolla la vida del suelo. Es una capa formada por la unión de restos de rocas que se han ido rompiendo y deshaciendo (parte inerte) y restos de animales y vegetales que son transformados en humus, gracias a la acción, principalmente de microorganismos (bacterias, hongos, etc.) que viven en el suelo. Es donde se encuentra la materia orgánica y la parte viva del suelo.

En la naturaleza, el proceso de formación de humus ocurre de forma constante, siguiendo un ciclo cerrado. En él intervienen organismos vivos y condiciones climáticas, que ayudan a que la materia orgánica se descomponga y ofrezca los nutrientes como alimento a las plantas. Todos los organismos que intervienen en este ciclo viven en la capa superficial de la tierra porque necesitan oxígeno y humedad. Por eso, los primeros diez centímetros de la superficie de la tierra son muy importantes.


Las lombrices juegan un importante papel en la formación de humus ya que son capaces de descomponer la materia orgánica del suelo, dando lugar a uno de los mejores abonos orgánicos que existen, sin malos olores ni exceso de humedad.