La naturaleza equilibra el proceso de creación de suelo con el de su pérdida. Si este equilibrio se rompe y la tasa de pérdida de suelo supera a la de formación, se produce una disminución del espesor y de la calidad del suelo. El suelo se degrada, lo que conlleva la pérdida de sus propiedades y por tanto de su capacidad productiva.



La degradación del suelo es un problema medioambiental muy grave y extendido a escala global; prácticamente todos los suelos del mundo han sufrido procesos de degradación debido a la acción humana (denominada acción antrópica). En España, por ejemplo, se pierden cada año unas 30 toneladas de suelo fértil por hectárea, según datos de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica.

El suelo desnudo se erosiona y se empobrece

Los suelos se pueden degradar por las siguientes razones:

  • Por la pérdida de nutrientes, por sobreexplotación o monocultivo, es decir, por la repetición del mismo cultivo año tras año en el mismo sitio, sin dejar tiempo para que el suelo se pueda reponer.
  • Por dejar el suelo desnudo (tala excesiva de árboles, incendios forestales, laboreo excesivo…), a merced de las condiciones climáticas, que erosionan y empobrecen el suelo.
  • Por contaminación química, resultado de un excesivo o incorrecto uso de fertilizantes y productos fitosanitarios.
  • Por un aumento de la salinidad del suelo, asociada al riego con agua de mala calidad o a la falta de riegos de lavado del suelo.