La rotación es la disposición a lo largo del tiempo de los cultivos en una misma parcela o bancal. Esto implica que, cada temporada, las plantas deben cambiar de bancal de manera organizada, no cultivándose nunca la misma planta en el mismo bancal en temporadas consecutivas. Dentro de cada rotación, llamamos alternancia a la distribución de cultivos en el espacio en un momento determinado.
Cuando hablamos de temporada, nos podemos referir al periodo en el que la hortaliza permanece en el huerto, por ejemplo, temporada de otoño-invierno y temporada de primavera-verano. Pero podemos también hablar de años completos, contando desde otoño a otoño del año siguiente, coincidiendo con el periodo de año agrícola que comienza en septiembre.

La rotación consiste en alternar las hortalizas plantadas en una parcela o bancal

Para organizar las rotaciones de nuestros cultivos, no tendremos en cuenta las plantas plurianuales, ya que requieren permanecer más de una temporada en el huerto para desarrollarse en su totalidad, como por ejemplo la alcachofa o los espárragos. Tampoco vamos a incluir en las rotaciones a las patatas por su particular sistema de cultivo.
La rotación de cultivos nos aporta las siguientes ventajas.

  • Mantener la fertilidad del suelo: cuando cultivamos la misma planta en el mismo terreno de forma continuada se produce una disminución de los nutrientes del suelo. Pero si alternamos plantas con diferentes necesidades nutritivas conseguiremos mantener la tierra siempre fértil. En la rotación podemos alternar plantas exigentes en nutrientes con otras menos exigentes o enriquecedoras del suelo, plantas con diferente parte aprovechable y plantas con raíces de diferente longitud que puedan explorar distintos niveles de tierra y extraer de forma equilibrada los nutrientes en la capa de suelo explorado por las raíces de esas plantas.
  • Controlar las plantas adventicias: son plantas espontáneas que crecen en la naturaleza y también en nuestro huerto. En ocasiones, erróneamente, las llamamos “malas hierbas”. Sin embargo, algunas de estas plantas nos ayudan a proteger los cultivos y algunas son comestibles e incluso medicinales (malva, diente de león, verdolaga, llantén o bledo). Algunas hortalizas por su rápido crecimiento son asfixiantes y no permiten el desarrollo de estas plantas, pero otras hortalizas sí permiten el crecimiento de adventicias. Mediante la rotación conseguimos mantener las “malas hierbas” en equilibrio para que aporten sus beneficios al huerto sin que consigan invadirlo ni competir con el cultivo.
  • Aumentar la resistencia a plagas y enfermedades: en cultivo de una misma hortaliza de forma repetitiva hace que aparezcan plagas y enfermedades asociadas a ella. Con la rotación conseguimos romper el ciclo de los organismos que perjudican a los cultivos y evitar que crezcan las poblaciones de parásitos asociadas a una familia de plantas, al tiempo que se favorece la presencia de enemigos naturales de los cultivos.

Los cultivos de la misma familia consumen el mismo tipo de nutrientes. Además, sus raíces son de longitudes similares por lo que consumen los nutrientes que se encuentran a la misma profundidad de suelo. Si repetimos un mismo cultivo año tras año el suelo se va empobreciendo y para evitarlo podemos cambiar de familia de hortalizas cada temporada.

Una posible rotación a cuatro años podría ser la siguiente:

  • Leguminosas y Crucíferas.
  • Compuestas, Quenopodiáceas y Cucurbitáceas.
  • Umbelíferas y Liliáceas.
  • Solanáceas.

Si tenemos un huerto de cuatro bancales, podemos aplicar estas rotaciones en cada uno de ellos de la siguiente manera: