Es un hecho bien demostrado que luna afecta a las mareas, atrayendo el agua que está más próxima a ella. Por tanto, parece lógico pensar que, en mayor o menor medida, la luna también afecta a las plantas, especialmente en lo que al movimiento de la savia se refiere, y consecuentemente al desarrollo de los cultivos. Para los agricultores, desde tiempos inmemoriales, el estado de la luna ha influenciado en su toma de decisiones en lo referente a la realización de determinadas labores agrícolas.
Como ejemplos fundamentales de estas, en los que la luna afecta de forma significativa, encontramos los siguientes:
Luna llena: hay poco crecimiento de raíces y mucho de la parte aérea de las plantas. Es el período más propicio para cosechar frutos y hortalizas de hojas, así como para sembrar las plantas de fruto. Además es una buena época para cortar estacas y hacer acodos e injertos. Además, las plantas aprovecharán mejor los biofertilizantes que se pulvericen sobre las plantas.
Cuarto menguante: es un momento en el que se estimula el desarrollo de la fructificación y se retarda el desarrollo vegetativo. Además de junto a las actividades propias de la luna llena, es el momento para la siembra de las hortalizas de raíz y los tubérculos, como zanahorias, remolachas y patatas, así como la escarda y la poda.
Luna nueva: es un buen momento para la escarda y para la cosecha de las hortalizas de raíz y los tubérculos. También es un buen momento para la poda y la limpieza de ramas de los frutales.
Cuarto creciente: es la responsable de la estimulación de las plantas de gran crecimiento vegetativo. Resulta el mejor momento para sembrar todas las plantas que crecen en altura y dan frutos, como tomates, guisantes, judías… Como regla general, es recomendable realizar la siembra de todas las plantas en luna creciente (preferentemente dos o tres días antes de luna llena), a excepción de aquellas que puedan subir a flor prematuramente, como es el caso de las lechugas, que deberán sembrarse en fase de luna menguante.