Si el agua y la sangre disminuyen en los ojos de un ser humano, a causa de la edad avanzada o alguna enfermedad, debe ir a pasearse a prados de hierba verde, y mirarlos largo tiempo hasta que sus ojos se humedezcan, como si vertieran lágrimas, porque el verdor de la hierba elimina lo que turba los ojos y los vuelve puros y claros.”

Esto decía Hildegarda (1098 Bermersheim vor der Höhe, – 1179 Bingen Sacro Imperio Romano Germánico) en sus escritos allá por el siglo XII en plena Edad Media.

Pero ¿quién fue Hildegarda De Bingen? Fue una monja abadesa alemana que, sin proceder de cuna noble, se convirtió en una mujer influyente y referente en la iglesia, además de científica, naturalista, escritora, pintora, médica y filósofa, entre otras facetas.

Su obra es inmensa y variada.

En lo que al medio natural se refiere, con los conocimientos que se tenían en aquella época en Alemania, escribió dos tratados verdaderamente enciclopédicos: uno de Medicina y otro de Ciencias Naturales. En ellos establece relaciones entre los productos de la naturaleza y los seres humanos, y busca los conocimientos relativos a las personas, a su equilibrio natural y a su salud.

Destacamos su faceta de pintora, utilizando colores y formas que no eran usuales para su tiempo.

Destacamos el “Libro de Medicina Simple” que se compone de nueve libros que hoy día siguen siendo consultados, y el “Libro de Medicina Compleja” también conocido como Causas y Curas. Ambas obras recogen el amplio conocimiento de la naturaleza que compartía cuando la llamaban a predicar en distintas ciudades del Imperio del momento. Así, practicando la observación del medio natural, habla en sus escritos, por ejemplo, de la calidad del agua de los ríos para preparar alimentos, beber, bañarse y lavarse la cara1

Resulta interesante su libro “Sutilidades de la naturaleza” (con contenidos médicos, alimentarios y medioambientales), en el que se pueden apreciar las virtudes de las plantas, los animales, las hierbas o los bosques en relación a las personas, invitándonos a cambiar nuestra manera de mirar.

Una de las curiosidades que esta gran científica nos regaló fue la de clasificar las plantas según su “temperamento” o “carácter” presente en el vegetal, al igual que en las personas. O también la noción de viriditas, el vigor que lleva en sí la savia que circula por las plantas, y no solo de las plantas sino también de cualquier ser viviente.

Con respecto a la alimentación, Hildegarda recomienda que debe ser acorde a la edad, al estado de salud general y que debe cambiar según sea el individuo y la estación del año, aspectos que quizá a día de hoy nos parezcan obvios, pero que en el siglo XII eran una hazaña. Así, ya por entonces, recomendaba la espelta para hacer un pan muy completo, argumentando que este cereal procura buen color y buena sangre; la castaña como fruto útil contra todas las debilidades que hay en el hombre; el hinojo porque vuelve al hombre jovial, le confiere buen color de rostro, buen olor corporal y buena digestión; las habas por ser sanas y recomendables para las gentes de buena salud y en plena forma. Y así un sinfín de alimentos con propiedades inigualables provenientes de la madre naturaleza.

Cuando nos preguntemos qué infusión puedo tomarme para conciliar el sueño, o para combatir la fatiga, para mejorar las afecciones de los ojos o para aliviar inflamaciones, probablemente le debamos a ella gran parte de todo este conocimiento, utilizando el huerto como farmacia natural, un tesoro que a veces nos pasa desapercibido.


Hoy, Día internacional de las Mujeres, Andalhuerto os propone indagar sobre su trabajo, sus escritos, sus dibujos y su música, para descubrir una parte insospechada de nuestro entorno que a veces vemos pero no miramos; sobre sus ideas acerca de la conexión entre el medio ambiente, el alma y el cuerpo, como un factor fundamental en la salud del individuo: algo así como los comienzos de la expresión “mente sana en cuerpo sano”.

Libros de Hildegarda de Bingen que sirve de consulta aún en nuestros tiempos.
  • 1Fuente: HILDEGARDA DE BINGEN. Una conciencia inspirada del Siglo XII. Régine Pernoud (1998).

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