Cuando queremos montar nuestro propio banco de semillas y avanzar así hacia un huerto autosostenible, nos planteamos cuestiones como ¿qué semillas nos valdrían?, ¿son todas iguales?, ¿puedo directamente coger las que proceden de nuestros cultivos?, ¿dónde podemos obtenerlas? En este artículo queremos aclarar algunas cuestiones para poder elegir qué tipo de semillas poder aprovechar de nuestros huertos para que posteriormente obtener nuestras propias semillas y reproducirlas año tras año.

Como nos recuerda Montse Escutia1 : “La semilla tiene un elevado valor simbólico. Representa la fertilidad y la vida”. Cuando tienes en tus manos un puñado de simientes se despierta un impulso de tirarlo sobre la tierra, sembrarlo, cuidarlo, observarlo, alimentarse, aprender… sensaciones que cientos de miles de personas han experimentado desde miles de años y en cientos de lugares. Y es innegable que esperamos volver a vivir el ciclo del cultivo una y otra vez. Lo llamamos agricultura.

Las semillas tienen la mala costumbre, que diría alguien, o la misión como toda especie de reproducirse, generación tras generación, siempre que contemos con variedades locales, a diferencia de las semillas híbridas, “mejoradas”, “modernas”… como aclararemos a continuación.

Observemos la siguiente fotografía:
¿Por qué pensáis que no han nacido en esas dos líneas de alvéolos?

Una posible razón (habría otras) por la cual no han germinado las semillas de esos alvéolos sería que se trata de semillas híbridas.


Si entre nuestros objetivos está disponer de semillas viables año tras año tendremos que evitar el uso de semillas híbridas. Estas
semillas, también conocidas como comerciales, certificadas o de alto rendimiento (HYV), dan lugar a plantas vigorosas y homogéneas, pero solo en la primera generación, por lo que estaríamos en la obligación de comprar semillas todas las temporadas. Estaríamos ante un caso de “obsolescencia programada”.

Para acercarnos a las semillas híbridas echamos mano de un fragmento de Marc Badal2 :

“En algunos vegetales el cruce entre dos variedades distintas puede dar lugar a una descendencia más vigorosa… (vigor híbrido). Mezclando dos plantas distintas genéticamente “puras” se logra un ejemplar más productivo, aunque genéticamente “inestable”. La
descendencia de este híbrido estaría compuesta por individuos que presentarían una mezcla aleatoria de caracteres provenientes de las dos líneas puras originarias. En consecuencia, con los híbridos F-I (primera generación) no tiene sentido guardar la semilla pues es imposible saber qué plantas obtendremos y, en cualquier caso, siempre serán menos vigorosas que el híbrido.”

Por ello y de acuerdo con nuestro objetivo de obtener semillas para próximos años, se recomienda el cultivo de variedades locales. Son semillas obtenidas de plantas cultivadas a lo largo de generaciones mediante una selección (masal) de “las mejores”, en base a sus características organolépticas y su adaptación al medio. Son semillas moldeadas por las condiciones del entorno y de su uso.


En agricultura ecológica estas variedades tradicionales, autóctonas, “antiguas”, del país… desempeñan un papel importante, debido al proceso de coevolución entre ser humano y naturaleza, están adaptadas a las condiciones de suelo y clima de cada comarca, presentan resistencia a “plagas y enfermedades”, una gran capacidad de competencia con las hierbas y una mejor respuesta a la fertilización orgánica.


La obtención y conservación de semillas para resiembra (autoproducción) es una práctica habitual. El libre intercambio de semillas, con el objetivo, por ejemplo, de conservar estas variedades, es otra costumbre que salvaguarda nuestro patrimonio genético; nuestra biodiversidad agrícola y nuestro acervo cultural.

Intercambio de variedades locales (Fuente: Red de intercambio de Conocimiento Agroalimentario (RICA)

Como vemos, las semillas híbridas y variedades locales responden a diferentes racionalidades agronómicas, científico-técnicas, socioeconómicas, legales. Así, V. Shiva3 se refiere a las variedades locales como “semilla fértil” (una forma de recalcar como elemento clave que no es estéril). Históricamente, las semillas han sido a la vez un medio de producción y un fin, un producto, un alimento. Con la hibridación moderna, las semillas quedan únicamente como materia prima, como input4 .


Por todo ello, podemos afirmar que la semilla híbrida se nos presenta como una “fotografía fija” resultado de líneas puras, repetibles en el tiempo, que responden a unas necesidades concretas, donde la evolución se realiza a saltos, a golpe de programa de mejora vegetal. Como respuesta adaptativa a nuevas condiciones, tendremos a un nuevo híbrido comercial F1, con su consiguiente peaje y siendo pieza clave de la agricultura moderna.

Sobres de semillas híbridas F1 (fuente: lahuertinadetoni.es)

Por su parte, una variedad local es una forma de vida dinámica, en constante proceso de cambio para aclimatarse a un ambiente, que también es cambiante. Líneas evolutivas continuas que se ramifican en el espacio y tiempo5 . Y sobre todo, “diseñada” por la interacción Naturaleza-Humanidad (agricultura) para continuar con la evolución, con el ciclo de la vida.

1 Montse Escutia. 2009. El huerto escolar ecológico. GRAÓ
2 Marc Badal. 2016. Cuadernos de viaje. Fragmentos y pasajes históricos sobre semillas. Haziera
3 Vandana Shiva. 2017. ¿Quién alimenta realmente al mundo? Capitán Swing
4 Ibíd. Vandana Shiva cita a Jack Kloppenburg, First the Seed (Cambridge University Press, 1988)
5 Desde el plano normativo, las variedades locales no encajan con los requisitos del examen técnico para la inscripción en el registro de variedades comerciales, principalmente con las letras b) homogeneidad y c) estabilidad (Artículo 9 Ley 30/2006, de 26 de julio, de semillas y plantas de vivero y de recursos fitogenéticos)

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