Hoy traemos a estas páginas a una persona que encarna la esencia de “una semilla”, por su historia familiar a lo largo de generaciones, por su recorrido personal y por su transcendencia, más allá de lo profesional, en el presente y para el futuro.

José Esquinas ha sido calificado como humanista, científico y activista.
Hijo y nieto de agricultores, ingeniero agrónomo por la Politécnica de Madrid, doctor en Genética por la Universidad de California. 30 años dedicados a la FAO, organización de la ONU para la Agricultura
y la Alimentación, trabajando en cuestiones como la biodiversidad
agrícola y la justicia distributiva, premio FAO a la trayectoria personal Lucha contra el Hambre… interminable currículo.

José Esquinas en una intervención sobre variedades locales

Y más allá de la impresionante trayectoria de José Esquinas, en esta ocasión nos gustaría acercarnos a una “historia local”, una historia que comenzó en Las Hurdes, en el año 1969 esperando un autobús.


¿Quién diría que sería en Las Hurdes? Quien no conozca este territorio se sorprenderá cuando lea esta historia. Aún más, quienes hayan viajado a esta comarca a través del famoso documental de 1922 donde el rey Alfonso XIII se pasea a caballo entre sus pobladores, cuyos semblantes permiten adivinar sus condiciones de vida. Sin pasar por alto la película de Buñuel “Las Hurdes” de 1933, o más recientemente, el ensayo de Sergio del Molino “La España vacía” que nos pone frente al mito que envuelve a Las Hurdes.1
Sea cual sea nuestra idea preconcebida, descubramos el periplo de unas semillas de melón de una variedad local, de Las Hurdes, que con el curso del tiempo ha pasado a formar parte del alma de los melones que comemos a lo largo y ancho de medio mundo.

  • Nos podría relatar, ¿cuál ha sido el “viaje” de esas pipas de melón?

A finales de los 60, principios de los 70, yo había acabado la carrera de Ingeniero Agrónomo en la Facultad Politécnica de Madrid y para hacer el doctorado decidí hacerlo con melones, porque era una época en que todos los agricultores tenían su variedad, no había variedades comerciales, y por tanto, eran las semillas que había seleccionado su familia cuando alguna fruta o verdura salía de muy buena calidad. Pero, en ese contexto llega la revolución verde y hay una sustitución de las variedades por otras comerciales, que normalmente producen más aunque no necesariamente, y pronto, en pocos años, en España empiezan a sustituirse las variedades tradicionales de los agricultores por un puñado de variedades comerciales uniformes y estables que vienen de otros lugares. Con esta situación, se comienzan a perder las variedades locales seleccionadas por los agricultores profesionales y adaptadas a las condiciones locales. En este contexto, comienzo a realizar mi tesis doctoral en la que voy a colectar las variedades tradicionales que van quedando del melón y que, a pesar de sus características únicas, van a llegar a perderse. Pues así lo hice, colecté unas 380 variedades de semillas de melón de toda España viajando por los pueblos, que hoy se encuentran conservadas en el Banco Nacional de Germoplasma.

En uno de los pueblos a los que viajé, en la provincia de Cáceres, había colectado ya varias variedades y ya me volvía a Madrid en el único autobús que había en todo el día. Esperando el autobús, llega un señor con su burro y me saluda, preguntándome qué hago allí. Al explicarle lo que estaba haciendo, el hombre conectó conmigo enseguida y me dio la razón de por qué cuidar de las variedades tradicionales. Al final, el caballero me invitó a quedarme un día más y dormir en su casa para poder seguir hablando de la situación y darme una variedad de semilla de melón (“que cuando las demás se mueren la mía no”). Después de un trayecto de más de dos horas en burro, llegamos a la plantación de melones donde me dio las semillas antes de volver a su casa para seguir conversando del tema.


Estas semillas las multiplicamos con muchas otras en un campo de investigación en Aranjuez que tenía cedido por el Instituto Nacional de Investigación Agraria y al año siguiente parte de ellas fueron analizadas en la Universidad de Texas, donde se encontró que la variedad procedente de este agricultor de Las Hurdes era resistente a algunas enfermedades de hongos. Resultó que gracias a esta variedad de Cáceres, se han podido obtener semillas muy resistentes que hoy en día se comercializan en todas partes del mundo.

  • A su parecer, ¿cuáles serían los pros y contras de las variedades locales versus las variedades comerciales híbridas?, ¿son compatibles?, ¿responden a distintos intereses?

Las variedades locales son las que se han ido adaptando a lo largo de milenios, no solamente a las condiciones climáticas y de suelo de un pueblo o región determinado, si no que se han adaptado también a los gustos locales e incluso han dado origen a las recetas locales por sus sabores. En general, son variedades muy heterogéneas, no son uniformes y tienen una gran diversidad. Esta heterogeneidad tiene una ventaja, y es que, si un año viene muy frío, hay algunas plantas que aguantan bien y otras no. Si viene muy caluroso, pues al contrario. Entonces, el agricultor que las ha desarrollado tiene una buena estabilidad en la producción. Además, son de libre uso. También son materia prima para los centros de investigación. En definitiva, las variedades locales gracias a su diversidad tienen una gran facilidad para adaptarse, por ejemplo, al cambio climático. El inconveniente que podría haber es que la producción es más baja en general porque unas plantas van mejor y otras van peor depende del año que se dé.

Las variedades comerciales llegan a partir de la revolución verde que tiene lugar en los años 70-80, unas variedades “mejoradas” por los investigadores. Realmente esto es lo que ha hecho el agricultor a lo largo del tiempo, aunque el investigador lo hace con una tecnología avanzada, con métodos de identificación y mejora más sofisticados en el laboratorio. Se obtienen variedades que tienen características x, procedentes de otras variedades. En general, estas variedades tienen una productividad más alta, siempre
y cuando cuenten con sus pesticidas, fertilizantes, insecticidas, etc…que necesitan. Necesitas el insumo de los agroquímicos que en el caso de las variedades locales prácticamente no necesitabas. Además, son variedades uniformes, son como clones, son plantas idénticas y su capacidad de adaptación es muy baja, por lo que tendrás que cambiar más de variedad y aumenta la dependencia de los agricultores al comercio y a las multinacionales, donde se patentan estas variedades haciendo que cada año tengas
que volver a pagar por su uso.

Nos cuenta Del Molino que en el año 1922, en su “viaje” a Las Hurdes, el doctor Gregorio Marañón anotaba en su libreta “hambre crónica”. La película de Buñuel “Las Hurdes” sería subtitulada “Tierra sin pan”. Inmensa paradoja, que con el paso de los años estemos disfrutando en todo el mundo de melones con sabor a “Las Hurdes”.

Sirva esta historia para poner en valor el conocimiento ancestral campesino, la importancia de contar con variedades locales que atesoran una biodiversidad agrícola que enriquece nuestras mesas cuando nos sentamos a comer. Seamos conscientes de que la solución a problemas actuales surge de la ciencia, sí, pero de la mano de la sabiduría tradicional. Y hay ciencias y ciencias.


¿Qué habrá sido de aquel hombre que entregó aquellas pipas a “Pepe …el de los melones” 2? Es necesario que estas personas reciban el reconocimiento social y económico de toda la sociedad y en particular de las empresas que “mejoran” las semillas.


A partir de hoy, en nuestro imaginario, Las Hurdes no estarán asociadas al hambre y la miseria del pasado, sino al deleite cada vez que saboreamos una tajá de melón. Aún cuando nos llevemos a la boca un melón comercial, seamos conscientes del valor presente y futuro que atesoran nuestras variedades locales.

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