Con la llegada del calor llegan los temidos hongos a nuestro huerto, que pueden arrasar con nuestras plantas en un corto periodo de tiempo. En este artículo, hablaremos de una receta natural para prevenir y combatirlos, empleada desde hace mucho tiempo por las personas hortelanas, y que forma parte del saber campesino.

Los cultivos de nuestra huerta que se pueden ver más afectados por los hongos son la familia de las cucurbitáceas, típicas del cultivo de verano, como son el melón, la sandia, la calabaza, el calabacín y el pepino, aunque también pueden proliferar en tomate y otras.

Para evitar la presencia de hongos, o en su defecto, minimizar el daño de estos en las planta, lo más importante es la prevención y la detección precoz de la enfermedad, por lo que es muy importante la observación en el huerto. Se aconseja seguir la máxima de “prevenir antes que curar”.

Hoja de planta de calabacín afectada de oídio

Medidas culturales

Para disminuir la probabilidad de la aparición de los hongos es importante evitar un exceso de agua, por lo que debemos ser comedidos con el riego, siendo aconsejable el riego por goteo o cintas exudantes, con el consiguiente ahorro de agua, importante para evitar la aparición de enfermedades criptogámicas, además de cuidar del medio ambiente.

Otra medida importante es la distancia entre plantas, ésta debe ser suficiente para que exista ventilación entre ellas.

Como siempre aconsejamos, desde el Proyecto Ecológico Andahuerto, buscar el equilibrio en nuestro agroecosistema, favoreciendo el mantenimiento y aumento de la materia orgánica de nuestro suelo, ya que con ello la vida microbiana se encargará de mantener a raya a los patógenos que afectan a nuestros cultivos.

Además, es necesario integrar en nuestras planificaciones de cultivos de primavera-verano y otoño-invierno, el uso de herramientas como las asociaciones de cultivos, la siembra de plantas aromáticas y medicinales, las rotaciones de cultivos, etc., lo que en definitiva se conoce como diversidad biológica o biodiversidad.

En el caso de que tengamos plantas dañadas, es importante deshacernos de las partes afectadas y sacarlas del huerto, ya que son fuentes de infección y mientras las dejemos en el terreno de cultivo se seguirán propagando.

Pero si incluso adoptando estas medidas detectamos la presencia de hongos, podemos recurrir a un fungicida casero a base de leche desnatada.

¿En qué consiste el fungicida natural?

Este remedio natural se fundamenta en las propiedades antifúngicas que tienen algunos componentes de la leche, como es el ácido láctico.

Al aplicar el preparado sobre los cultivos, el ácido láctico de la leche provocará que el pH de la planta cambie actuando como fungicida, ya que inhibe el crecimiento y su proliferación, eliminando los hongos.

Además, la leche aporta una serie de nutrientes fundamentales para las plantas como nitrógeno, fósforo, potasio, etc., fortaleciendo el sistema inmunológico de las plantas, lo que ayudará a la hora de impedir el establecimiento de los hongos en los cultivos.

¿Cómo se prepara?

Para la elaboración de este preparado antifúngico, se debe diluir leche desnatada en agua en una proporción entre el 10% y el 30%. Por ejemplo, para obtener 1 litro de este fungicida casero se mezcla 900 ml de agua y 100 ml de leche desnatada, obteniéndose un preparado al 10%.

No es necesario, pero se recomienda que la leche contenga la menor grasa posible, por lo que se aconseja usar leche desnatada (también se puede utilizar suero de leche procedente de la elaboración de quesos).

El agua es preferible que sea agua de lluvia o, en su defecto, agua no clorada. En el caso, de disponer solo de agua del grifo, podemos dejarla reposar durante 48 horas al aire libre y parte del cloro se evaporará.

¿Qué materiales necesito?

Los materiales que necesitaremos para elaborar el fungicida natural son:

  • 1 botella o mochila pulverizadora
  • Leche desnatada
  • Agua de lluvia o agua sin cloro

¿Cuándo y cómo se aplica?

Se debe aplicar preferiblemente al atardecer o a primera hora de la mañana antes de que incida el sol, con una frecuencia de unos 15 días y durante todo el verano.

En el momento de aplicar el preparado, este se debe agitar bien y pulverizar sobre las partes afectadas de la planta, procurando rociar por todos lados, es decir, tanto por encima como por debajo de las hojas.

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