“Las plantas no pueden vivir en un medio estéril”

José Olivares1

Una cita, en mayor o menor grado, siempre conlleva sacar las palabras de su contexto original. Pero hemos querido empezar este artículo por lo categórico de la afirmación que realiza José Olivares.


Ya habrá quien esté negando con la cabeza, y en su mente aparezca una “pobre” planta de cualquier especie (el calificativo de pobre soy yo quien lo introduce) enraizada sobre un sustrato sintético e inerte, alimentada por un torrente de nutrientes y “fitosanitarios”. Sobre una bandeja totalmente aséptica se pueden ver sus raíces, introducidas en un líquido incoloro (más nutrientes) y sus hojas bajo enormes lámparas con, probablemente, potentes luces azules y rojas, por aquello de la fotosíntesis. Pero, esto no es una escena de ciencia ficción, hace tiempo que pasó de los laboratorios donde científicas con batas blancas realizan investigaciones a la vida real, y por irnos más lejos, busquen y vean: Huertos Subterráneos2 , tendencia en agricultura urbana en muchas ciudades europeas, eso sí, muy productivos y “sostenibles”, porque si no es así, de qué forma se alimentaría al mundo… aunque quizás la pregunta que nos deberíamos hacer es a quién y cómo alimenta el actual sistema agroalimentario, y a costa de quién y qué… muchos interrogantes… esas son otras historias.


La ONU, con datos de la FAO plantea la agroecología como una estrategia especialmente eficiente, capaz de asumir el reto de alimentar a las 9.000 millones de personas previstas en el 20503 . Por poner nombre, Emilio Barco4, “se queda” con una agricultura capaz de producir alimentos sanos, nutritivos, sabrosos5, suficientes y al alcance de todo el mundo. Casi nada con los tiempos que corren. Y es que quien lo crea oportuno, tiene, tenemos el derecho a decidir por una agricultura ecológica, local, de temporada… con base en una fertilización orgánica de los cultivos, que integra los saberes tradicionales y los “nuevos” conocimientos tecnológicos y científicos. No es fácil, pero tampoco un sueño o una quimera, muchas experiencias están ahí fuera, son una realidad, solo hay que buscarlas.


Centrándonos en el tema que nos ocupa, afirmamos que el suelo en su conjunto es un organismo vivo. La fertilidad es ante todo una cuestión biológica, también química y física, claro está. Son propiedades que van cogidas de la mano, íntimamente relacionadas. No las podemos evaluar y mejorar de forma aislada, compartimentada, son una.


En un puñado de tierra sana podemos encontrar más de diez mil millones de bacterias, más hongos, protozoos, hongos-micorrizas, algas, nematodos, ácaros, escarabajos, ciempiés, hormigas, miriápodos, lombrices… Cuantitativamente muchas más que personas estamos en el mundo entero.

La fertilización “clásica”, que hegemónicamente se practica desde hace setenta años y se estudia en las escuelas de agronomía, ha reducido la función del suelo a mero espectador, a simple soporte físico de las plantas, a estanque receptor del fertilizante sintético que se aporta para el cultivo. Se ha centrado en los compuestos químicos, en el sacrosanto paradigma del NPK y otros, que evidentemente son importantes y pueden llegar a ser limitantes. Pero, ¿por qué nos olvidamos de los elementos más abundantes, carbono, oxígeno e hidrógeno, y que son parte principal de las estructuras de la vida? ¿será porque son aire, lluvia y luz solar y eso aún no son bienes de mercado?


Repetimos: el suelo no es un elemento estéril, ni un soporte inerte. Millones de microorganismos viven en él. Microorganismos que son parte integrante de los ciclos biogeoquímicos de los elementos, que en ciertas fases son los nutrientes para nuestros cultivos. Microorganismos que participan en los procesos de mineralización, donde elementos que forman parte de las moléculas orgánicas pasan a compuestos minerales asimilables por las raíces. Más aún, es a través de las relaciones entre plantas y microorganismos como se establecen mecanismos de “retro-alimentación”, conformando un auténtico espacio – conglomerado simbiótico rezumante de vida alrededor de las raíces, conocido como rizosfera. Incluso se ejerce un efecto protector contra enfermedades.

La materia orgánica es la base para mantener nuestra tierra viva y fértil. Cuando fertilizamos con materia orgánica no sólo aportamos los futuros nutrientes a nuestros cultivos, también estamos “alimentando” a los cientos de miles de organismos que conforman la microbiota del suelo. A la vez que mejoramos las condiciones físicas, estructurales, la formación de agregados y la capacidad de retención de agua. Como nos dice Germán Tortosa6 : “La simbiosis entre suelo-planta-microorganismo tiene a la materia orgánica de nexo de unión que incrementa la actividad biológica, y por extensión, la fertilidad de los suelos”. La fertilización orgánica podemos entenderla como una manera de alimentar la vida del suelo y fomentar las interrelaciones entre los seres vivos que lo componen.

Cultivo de habas en huerto urbano (a incluir en las rotaciones)

Como principales fuentes de materia orgánica tenemos el estiércol y el compost. En numerosas ocasiones no es fácil encontrarlo cerca. La Revolución Verde con su fertilización sintética y mecanización trajo un aumento de producción y disminución del esfuerzo de trabajo (entre otras muchas externalidades), pero también ha supuesto una ruptura del corpus integrado que en las unidades agrarias formaban la ganadería y la agricultura. Las comarcas se han especializado. Por un lado territorios donde las excretas de la ganadería intensiva se convierten en un problema ambiental. Por otro, zonas agrícolas donde los suelos tienen un contenido muy bajo en materia orgánica y se aplican altas dosis de fertilización química; como resultado, el mismo: contaminación ambiental. Una paradoja, a la que podemos sumar plaguicidas, herbicidas, laboreo profundo, erosión…

Integración ganadería ovino-vid (más difícil todavía)

También disponemos como herramienta para la fertilización insumos de origen natural, que pueden ser utilizables en producción ecológica certificada, y que pueden ser la respuesta puntual en cultivos específicos a problemas concretos de carencias de nutrientes: nitrógeno, fósforo, potasio, boro, calcio y toda la retahíla de micronutrientes… Aunque la base siempre sea el estiércol y el compost.


Además del estiércol y el compost, contamos con una serie de prácticas que mantienen y aumentan la fertilidad7. Tradicionalmente, se ha venido utilizando el barbecho, dejando parte de la finca en descanso; la siembra de abono verde y la alternancia de diferentes cultivos dando lugar al establecimiento de rotaciones de cultivos. Conoceremos un poquito más en detalle la fijación simbiótica del nitrógeno mediante el cultivo de leguminosas y el papel que desempeñan las micorrizas.


Las micorrizas son hongos que habitan en la rizosfera, producen enzimas que descomponen la materia orgánica y solubilizan nutrientes que provienen de rocas inorgánicas8. Estamos ante otro mutualismo beneficioso plantahongo. Las hifas de la micorrizas actúan como prolongación natural de la raíz aumentando exponencialmente la superficie de contacto entre el tándem planta-micorriza y el suelo. Las plantas reciben nutrientes y agua con mención especial para el fósforo, y los hongos tienen acceso a las sustancias carbonatadas sintetizadas en la fotosíntesis por la planta. Queremos destacar la mayor capacidad de éstas para afrontar situaciones de estrés ambiental como la falta de agua cuando esta simbiosis está establecida. Como otros microorganismos, las micorrizas presentan una gran sensibilidad a la fertilización sintética fosforada, esta supone la eliminación de su presencia en los suelos.

El caso paradigmático de la fertilización natural viene representado por la simbiosis entre las bacterias conocidas como Rhizobium y las plantas de la familia leguminosas9. El proceso de fijación de nitrógeno consiste “básicamente” en la transformación del nitrógeno del aire (N2) en amonio (NH4+), forma asimilable por los cultivos. Este proceso tiene lugar gracias a las bacterias-Rhizobium, que poseen una de las enzimas más importantes de la naturaleza, la nitrogenasa10.

Detalle de los nódulos de una planta de guisante

Los Rhizobium forman unos nódulos en las raíces de las leguminosas, donde a partir del N2 gaseoso suministran a las plantas el nitrógeno que requieren. Por su parte, las leguminosas trasladan desde las hojas hasta la raíz los compuestos producidos en la fotosíntesis. Como nos recuerda José Olivares: “auténticas fábricas biológicas de amoníaco… limpias y baratas”.

Por tanto, no es necesario fertilizar nuestros cultivos cuando se trata de leguminosas, habas, guisantes, lentejas, garbanzos, judías o habichuelillas, almorta, soja11… veza, altramuz, yeros… a la vez que enriquecen el suelo para próximas siembras y plantaciones, convirtiéndose en especies referentes para la práctica de la rotación de cultivos. Con el mismo objetivo, las leguminosas son utilizadas en las cubiertas vegetales de cultivos leñosos, como el olivar, la vid o el almendro.
Pero la fijación natural de nitrógeno no tiene lugar si el suelo se abona con nitrato, amonio, urea… fertilizantes artificiales que eliminan los microorganismos del suelo, acaban con su vida, y de esta forma, solo podemos recurrir a más y más “química”, cayendo en una espiral de la cual es difícil salir.

Cubierta de guisante, como práctica de fertilización en olivar (p. ej., a controlar mediante desbroce)

Cuando en una finca agraria se lleva cincuenta años de intensificación-simplificación, utilizando únicamente fertilizantes, herbicidas e insecticidas sintéticos: ¿qué organismos desarrollan sus ciclos en ese tipo de hábitat? (Aún a riesgo de acercarnos a la anteriormente criticada simplificación, dejad que os propongamos una respuesta para la reflexión). Los organismos que se convierten en “plagas, enfermedades y malas hierbas”, visto desde una perspectiva antropocéntrica, claro está.

En estos días de coronavirus, científicos como Fernando Valladares12 ponen el acento en el peligro que encierra la destrucción de la biodiversidad, de la cual en gran medida es responsable el actual modelo global de agricultura y ganadería intensiva. Valladares nos señala: “La existencia de una gran diversidad de especies que actúan como huésped limita la transmisión de enfermedades, sea por un efecto de dilución o de amortiguamiento”.


La biodiversidad no es una entelequia abstracta de la que nos hablan científicos en la tele, es un elemento esencial que dota de equilibrio al conjunto de la naturaleza, de la cual las personas también formamos parte, aunque a veces creamos estar en una burbuja, por encima del bien y del mal. Es la biodiversidad la que teje el entramado de la vida que proporciona estabilidad al “todo”, resiliencia y homeostasis, la que impide que “perturbaciones” como la de estos días nos dejen en casa, o cosas aún peores…


Tenemos la sensación que nos ha faltado profundizar en algún contenido o hablar de muchas otras cuestiones: industrias durante periodos de guerra y origen de los fertilizantes sintéticos, Fritz Haber y Carl Bosch… revolución verde… hambre… conocer a Justus von Liebig versus Julius Hensel, a John Bennet Lawes… cómo no a sir Albert Howard considerado padre de la agricultura ecológica moderna o a Francis Chaboussou (teoría de la trofobiosis)… la controversia entre Pasteur y Béchamp, acercarnos a Joel Salatin, considerado como el mejor agricultor del mundo según la revista Time (https://www.polyfacefarms.com/our-story/) productor pionero de una agricultura ambientalmente responsable, ecológicamente beneficiosa y sostenible, con interesantes contribuciones sobre la agricultura sostenible y la producción de metano bovino… en fin, muchas historias que tendremos ocasión de contarlas en otros números.


1 José Olivares Pascual. Dpto. de Microbiología del Suelo y Sistemas Simbióticos. Estación experimental del Zaidín, CSIC, Granada. Plantas resistentes a las enfermedades. Diario de Sevilla. 29/06/2000. Sus artículos han sido un referente en la elaboración de todo el texto. https://www2.eez.csic.es/olivares/prensa/ ds29-06-00.htm
2 Huertos subterráneos a 33 metros bajo tierra: la última tendencia en agricultura urbana. https://magnet.xataka.com/preguntas-no-tan-frecuentes/huertossubterraneos-a-33-metros-tierra-ultima-tendencia-agricultura-urbana
3 https://news.un.org/es/story/2011/03/1212391
4 O más concretamente su amigo Mario Gaviria. Si alguien se pregunta ¿quiénes son? Ver (mejor leer): Donde viven los caracoles. Editorial Pepitas de calabaza.
5 Para una visión más científica tenemos a Nicolás Olea; Marieta Fernández; María Dolores Raigón; Miquel Porta, Elisa Puigdoménech y Ferrán Ballester; Cristina Tirado…
6 Fuente: Germán Tortosa Muñoz. (Doctor en Química. Investigador EEZ-CSIC. Grupo Metabilismo del Nitrógeno). Nos presenta publicaciones científicas y divulgativas muy interesantes en COMPOSTANDOCIENCIA.COM
7 A estas prácticas dedicaremos próximamente un artículo en próximos numeros de este Boletín.
8 Consultado trabajo de la doctora Elaine Ingham. Publicado en la revista: La fertilidad de la tierra nº 8. La red alimentaria del suelo (I). Texto: Mary-Howell R. Martens
9 Comentar que también existen bacterias “de vida libre” fijadoras de nitrógeno.
10 Fuente: Germán Tortosa Muñoz (Investigador EEZ-CSIC). COMPOSTANDOCIENCIA.COM
11 Dada la especificidad entre Rhizobium y su planta-hospedador sería necesario inocular cuando se cultiva una leguminosa en un lugar donde no ha crecido nunca (Olivares, J. 2005. Fertilización Biológica de las Plantas. Prensa).
12 Ver, por ejemplo: El coronavirus nos obliga a reconsiderar la biodiversidad y su papel protector. https://www.eldiario.es/tribunaabierta/coronavirus-obligareconsiderar-biodiversidad-protector_6_1006909321.html

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