¿Qué diferencia a un huerto de un jardín? Aunque en la actualidad existe una clara distinción entre un huerto, destinado a la producción de alimentos, y un jardín, concebido como un espacio de esparcimiento, en el pasado esta separación no siempre fue evidente.

Explorando la etimología de estas palabras, se revelan conexiones profundas. Ambas comparten un origen indoeuropeo, aunque con raíces diferentes. La palabra ‘huerto’ proviene del latín hortus, que significa ‘parque’ (como lugar de recreo, descanso o diversión); también adquirió los significados de ‘casa de campo’, ‘finca’, ‘granja’ y ‘lo que se produce en el jardín’. En cambio, ‘jardín’ tiene su origen en el francés medieval ‘jardin’, documentado en la primera mitad del siglo XII como «terreno, generalmente cerrado, donde se cultivan plantas útiles, como medicinales, comestibles o de ornato» (https://etimologico.com.mx/).

La posibilidad de crear espacios que integren diversas cualidades, como recreación, descanso o contemplación provenientes del jardín, junto con la obtención de alimentos del huerto, es una tendencia en aumento. Conceptos como ‘jardín culinario’, ‘jardín comestible’ o ‘huerto-jardín’ están adquiriendo mucha relevancia en la actualidad.

En este contexto, Andalhuerto ya ha abordado extensamente el tema del huerto, y en este artículo exploraremos los grupos vegetales que pueden unir ambas ideas. Entre ellos, nos centraremos en las plantas aromáticas, las plantas silvestres y las plantas ornamentales.

Jardín culinario comunitario

Plantas aromáticas

Son esenciales en el jardín culinario, ocupando poco espacio y siendo un complemento ideal para la cocina. Es recomendable contar con acceso cercano a aquellas que son comúnmente utilizadas a diario. Ya sea en una espiral de aromáticas en el jardín o en una jardinera junto a la ventana, si el espacio es limitado, se puede lograr el ambiente perfecto para un jardín culinario.

Existen dos familias predominantes de plantas aromáticas. En primer lugar, las labiadas (actualmente conocidas como lamiáceas), mayormente perennes, incluyen representantes comunes como: tomillo, orégano, romero, poleo, menta, hierbabuena, salvia y la albahaca, esta última anual. Por otro lado, las umbelíferas (actualmente conocidas como apiáceas) son plantas herbáceas anuales que deben ser sembradas cada temporada, y entre ellas se encuentran: perejil, cilantro, eneldo, hinojo y anís. Otras especies de interés de diferentes familias son: cebollino, estragón, hierba luisa y laurel.

En términos generales, las plantas aromáticas prosperan en climas mediterráneos, mostrando notable resistencia a las elevadas temperaturas, especialmente las labiadas, que también toleran la sequedad. Para el resto, el riego se vuelve fundamental para asegurar su desarrollo adecuado.

La espiral de aromáticas permite tener un jardín culinario en poco espacio

Plantas silvestres

Las plantas silvestres constituyen otro grupo vegetal fascinante que puede enriquecer el jardín culinario. Este conjunto es increíblemente versátil, ofreciendo la posibilidad de aprovechar plantas consideradas por algunos como «malas hierbas» y agregarlas como complemento a la dieta diaria, introduciendo nuevos sabores a las comidas. Además, su consumo brinda la oportunidad de sumergirse en una experiencia que nos transporta a la prehistoria, conectándonos con la época de cazadores y recolectores. Al dejar volar la imaginación, es posible visualizarse consumiendo los mismos alimentos que nuestros lejanos ancestros. También es una oportunidad para explorar el proceso de domesticación, experimentando de manera similar a los primeros agricultores que domesticaron los cultivos agrícolas que conocemos en la actualidad.

Ejemplos de plantas silvestres que pueden integrarse al jardín culinario incluyen: colleja, diente de león, ajoporro, verdolaga, acelga silvestre, borraja, hinojo, cerraja, tagarnina, espárrago silvestre, amaranto y acedera.

Para incorporar estas plantas al jardín culinario, es crucial aprender a reconocerlas primero. Posteriormente, se puede salir al campo para recolectar las semillas y conservarlas hasta la siguiente estación. La siembra puede realizarse directamente en el suelo o mediante semilleros previos para un mayor control en la introducción de estas especies.

Plantas ornamentales

Todo jardín, incluyendo el jardín culinario, cuenta con plantas ornamentales; la distinción radica en que en este último caso, no solo aportan belleza, sino que también son comestibles. A veces no resulta fácil diferenciar entre lo ornamental y lo comestible, como ocurre con el naranjo amargo, frecuente en la jardinería del sur de la península ibérica, cuyos frutos se han utilizado tradicionalmente para elaborar mermelada.

Existen numerosos ejemplos de plantas ornamentales comestibles que pueden integrarse armoniosamente en un jardín culinario. Un caso ilustrativo es el guaje, árbol relacionado con las mimosas, cuyas semillas verdes se utilizan para elaborar salsas, especialmente en México. Otro ejemplo es el kumquat, un cítrico de uso ornamental cuyos frutos son consumidos incluso con piel. La zarza sin espinas es otra opción interesante de planta trepadora que produce moras más gruesas que sus parientes silvestres. La diversidad de plantas ornamentales comestibles enriquece el jardín culinario.

El guaje es un árbol ornamental que también provee de alimentos.



En el ámbito de las plantas ornamentales, las flores han ganado relevancia y se han convertido en una tendencia destacada en la alta cocina. Un jardín culinario bien florido no solo es estéticamente atractivo, sino también una valiosa fuente de alimentos. Numerosas flores, consumidas por sus pétalos, enteras o incluso las inflorescencias, añaden un toque decorativo y sabroso a gran variedad de platos, como canapés, ensaladas y postres.

La utilidad de las flores se extiende más allá de la cocina, siendo elementos beneficiosos en la huerta al actuar como refugio para la fauna auxiliar y como repelente natural contra insectos y nematodos no deseados. Entre las especies comúnmente vistas en las huertas se encuentran las caléndulas, consumidas por sus pétalos y utilizadas en productos cosméticos; las capuchinas, de las cuales se aprovechan no solo las flores, sino también las hojas y frutos tiernos; y los tagetes, útiles para mantener a raya los nematodos del suelo.

Además de estas opciones, existen otras flores comestibles como rosas, violetas, pensamientos, claveles, begonias y amapolas, todas con pétalos aptos para el consumo. Incluso algunos árboles contribuyen con flores comestibles, como el azahar de los cítricos o las falsas acacias, cuyos ramos florales pueden emplearse en la elaboración de deliciosos buñuelos. Esta diversidad de flores comestibles no solo añade un toque culinario especial al jardín, sino que también potencia la función ecológica de la huerta y enriquece la experiencia gastronómica en general.

Publicaciones Similares